A continuación se consignaba el tipo
de jurisdicción a la que estaba adscrito, que según el criterio y las fuentes
del emisario, podía omitirse o enfatizarse. Se aclaraba si la población era
lugar de señorío, citando el rango nobiliario del propietario: «es del conde de
Ureña. A veces se marcaban las cabezas de obispado «Astorga... es en el reino de León y es del marqués de Astorga y cabeza
de obispado...», o la subordinación a la iglesia de forma imprecisa. En las
provincias de Ávila y Segovia suelen identificarse los lugares de realengo,
citando la pertenencia a una tierra determinada: «Tierra de Sepúlveda», o a una ciudad: «es de Segovia», e incluso las beheterías (donde los vecinos tenían
derecho a elegir a su señor). Se distinguen lugares fronterizos como en el caso
de Logroño, frontera de Castilla con Navarra: «Logroño... es frontera de Navarra, que no hay otro lugar en medio de
manera que está a media legua del mojón...». El último de los datos calificados
como obligatorios era la distancia entre poblaciones, expresada en leguas. En
los itinerarios lineales se anotaba la distancia al siguiente pueblo, y en las
descripciones radiales, a los núcleos urbanos de alrededor, añadiéndose —solo a
veces— las características del terreno y de los lugares que se han de cruzar.
De esta forma, hay localidades en las que se detenía el emisario para consultar
sus datos y recoger la posición de las poblaciones más próximas que actúan como
centro de radiación. Como lugares principales que eran, se anotan sus
características jurídicas, administrativas o urbanas, mientras que en las
poblaciones periféricas solo se indicaba la distancia. La apreciación mínima es
de media legua, aunque en ciertos casos se sitúan elementos a un tiro de ballesta
o un tiro de piedra (una centena de metros). Las leguas son variadas y están
relacionadas con el tiempo que se tardaba en recorrer el camino andando: las
leguas «largas» o «en cuesta» debían transitarse con mayor lentitud que las
leguas «llanas» o las leguas «cortas». Las comprobaciones que hemos realizado
comparando mapas antiguos y modernos reflejan que algunas estimaciones no eran
muy acertadas, hallándose afectadas por las sinuosidades del camino, la
pendiente del terreno, apreciaciones erróneas y confusiones a la hora de
identificar los lugares.
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