Los Caminos Medievales.
El trazado y construcción de caminos progresó
poco, durante la Edad Media. Se conservó prácticamente la técnica de la
construcción de los caminos romanos, tanto por lo que se refiere a sus
características, como a su pavimentación. La técnica de los vehículos avanzó
poco también, aunque algo se perfeccionó respecto a la época romana,
iniciándose el estudio del vehículo como tal; Leonardo da Vinci fue el primero
en estudiar el fenómeno
de la adherencia del vehículo y el firme,
así como el movimiento de tierras. En el siglo XIII, en Francia e Italia,
existía un imperfecto servicio postal, destinado a mantener las relaciones
entre los escolares y sus familias, y al transporte de la correspondencia
entre los príncipes y señores; sin embargó, el verdadero servicio postal no se
inició hasta el siglo XV.
La velocidad de los vehículos era de 30 a 40 km. al día para el
transporte normal, y 60 km. para el transporte rápido, en viajes largos. En la
Edad Media se construyeron obras de arte importantes, así como algunos túneles
para salvar macizos montañosos. El trazado de la mayor parte de las carreteras,
siguió teniendo carácter esencialmente guerrero, para unir puntos estratégicos
fortificados del país. En Centro Europa, durante la época del Sacro Romano
Imperio, la amplia visión política de Carlomagno, hizo que se construyesen algunas
vías de gran longitud, con fines militares, e incluso en la dirección de las
grandes corrientes comerciales.
Viajar en la Edad
Media ofrecía grandes dificultades, pese a todo el tráfico por los caminos
europeos era muy alto. Existían múltiples motivos para viajar: comercio,
peregrinaciones, relaciones diplomáticas, desplazamientos militares, deseos de
conocer mundo, etc. Los caminos, en general, eran de tierra y estaban muy
deteriorados. Los desplazamientos se hacían a pie, en caballerías, carros, y
más tarde, en coches, literas, etc. El viajero tenía que sortear numerosas
dificultades y peligros: atravesar bosques, ríos y montañas, enfrentarse a los
ataques de bandidos, soportar incontables peajes, alojarse en incómodas e
inseguras ventas y posadas. Pero no todo eran calamidades, también el viajero
obtenía compensaciones de variada índole: económicas, culturales y personales.
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