La
vía pecuaria en sí, es un elemento cultural de primera magnitud, ya que la
carga histórica que posee es grande. Se trata, como es sabido, de centenarios
caminos que han pervivido a muy distintas circunstancias históricas y que
coinciden, en no pocas ocasiones, con el trazado de importantes ejes viarios
prerromanos y romano - visigóticos. Existen incluso, estudios que sostienen la
existencia del fenómeno de la trashumancia en períodos protohistórico.
Además
de este valor histórico intrínseco, en ocasiones, los elementos constitutivos
de la vía pecuaria, o bien sobre los que se creó ésta, incrementan de forma
notable su valor.
Abrevaderos,
puentes, chozos de pastores, descansaderos, majadas, puertos reales, mojones,
ermitas mesteñas, casas de esquileo, lavaderos de lana, etc., son elementos
complementarios al sistema de vías pecuarias que no deben perderse, y que
enriquecen a estos caminos. Asimismo, ligado a este sistema se ha desarrollado
una rica cultura pastoril que comprende, desde un lenguaje propio o una
gastronomía característica, hasta unas formas de vida y tradiciones artesanales
propias, que constituyen una parte importante de nuestro acervo cultural a
conservar.
Por
cañadas y cordeles no sólo viajan animales y personas, sino que les acompaña
todo un sistema de cultura propia, en movimiento permanente, capaz de unificar
y difundir sus características entre zonas alejadas entre sí del territorio
hispano. Hemos de subrayar el importante papel que han cumplido las vías
pecuarias como arterias por donde han fluido tradiciones, costumbres, formas de
habla, canciones, bailes y otras manifestaciones folclóricas que han ido y
venido de unas regiones a otras, teniendo como portadores a los ganaderos trashumantes.
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