Queremos
hacer notar aquí, que vías pecuarias y trashumancia son dos términos
estrechamente vinculados. Con ello queremos decir que la reciente historia ha
demostrado cómo la disminución del tránsito ganadero por las cañadas ha
provocado su abandono físico y administrativo y, como efecto boomerang, su
menor uso. Todo ello lo que provoca, no es solo la usurpación de un bien
público, sino el desánimo de muchos ganaderos trashumantes por continuar su
peculiar y ecológico aprovechamiento de los recursos naturales
Son
muchos los pastores y vaqueros que a lo largo de estos últimos años nos han
confirmado su deseo de continuar con estas tareas, y no es el dormir al raso,
ni las tormentas, ni el polvo del camino lo que les retrae; es el asfalto, las
discusiones con propietarios, automovilistas, los desvíos repentinos e
inesperados, las zanjas, las basuras... lo que les impide transitar por unas
vías pecuarias descuidadas y en ocasiones infranqueables.
Porque no olvidemos que trashumancia
es ecología y es economía. Es decir, mover a los ganados resulta en muchos
casos más barato que tener que echarles de comer durante todo el año, y,
además, viajar a pie resulta mucho menos costoso que transportar las reses en
camión o en ferrocarril.
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